miércoles, 10 de agosto de 2016

CAPITULO 33: (SEGUNDA HISTORIA)






Pedro la dejó en paz durante unos diez minutos y luego entró en el despacho sin molestarse en llamar.


—Tenemos que hablar.


—Desde luego que sí —replicó ella—. Tienes muchas cosas que explicar…


—Cálmate, Paula.


—Estoy absolutamente calmada. Tan calmada que acabo de ver que he cometido un error.


—¿De qué estás hablando?


—No tenías derecho a decirle a Gerardo que estoy embarazada. Me has traicionado. Gerardo es más que un empleado para mí. Es mi amigo. Y ahora está dolido conmigo porque no se lo había contado. Esta competición entre vosotros tiene que terminar…


—Le hablé de tu embarazo a propósito.


—Eso ya lo sé. Le hablaste de algo que habíamos acordado mantener en secreto. Me traicionaste…


—No, yo no te he traicionado. Gerardo sí.


—¿Qué quieres decir?


—No hay ningún problema con el aire acondicionado en Dallas. Sólo lo dije para ver cuál era su reacción. ¿No te diste cuenta de lo confuso que parecía? Confuso porque él no había ordenado que Dallas tuviera un accidente. Sólo duró un segundo, pero vi su expresión, Paula. Vi pánico y confusión en su cara.


—Has visto lo que has querido ver. Que yo sepa, no eres ningún experto en lenguaje corporal. Además, tú no conoces a Gerardo como yo.


—Tu amigo contrató a todos los directores de la cadena. Él es el único eslabón con los accidentes, Paula. Todos los directores que ha contratado tienen un pasado bastante dudoso y debe haberlos pagado para provocar esos accidentes…


—Él supervisa las contrataciones, pero eso no significa que supiera nada —insistió ella—. Si los directores tienen antecedentes penales deben haberlo escondido bien.


—No quieres creerlo, Paula. Ése es el problema.


—No pienso creerte, no.


—Cariño, tienes que confiar en mí.


Paula cerró los ojos. ¿Podía hacerlo? ¿En quién debía confiar?


—Malloy dijo algo el otro día que me hizo pensar.


—¿A qué te refieres?


—Cuando hablé con tu padre el día que murió, me dijo que era «un hombre sin principios». Y Malloy repitió exactamente esas palabras.


—No te entiendo.


—Gerardo sabía lo que tu padre me había dicho. Lo sabía porque había visto a tu padre después de que yo me fuera de aquí. Él estaba allí, antes o durante su infarto. Y yo creo que tu padre descubrió lo que estaba pasando. Descubrió que Malloy era el culpable y no pudo soportar el golpe.


A Paula se le encogió el corazón. Oía lo que Pedro estaba diciendo, pero no podía procesar sus palabras. No quería creerlo.


—No tienes pruebas, Pedro. ¿Por qué haría Gerardo algo así?


—No lo sé. Quizá no quería que tú te convirtieras en la nueva presidenta de la cadena.


Gerardo era el siguiente en la lista y quizá pensó que el puesto debía ser para él.


—Pero los accidentes empezaron a ocurrir antes de eso.


Pedro se encogió de hombros.


—Podrían ser accidentes de verdad o Malloy empezó a organizar esos numeritos con antelación para no levantar sospechas. No sabemos de quién partió la idea, pero tengo a mis investigadores trabajando día y noche.


Paula se mordió los labios


—Pareces tan seguro de lo que dices…


—Averiguaremos quién es el responsable, te lo aseguro.


Creerlo significaría creer que Gerardo era el culpable del infarto de su padre. Gerardo, su gran amigo, su mano derecha. De repente, todo aquello era demasiado para ella.


—Me voy a casa. A mi casa de Brentwood. Y, por favor, no me sigas.


Pedro asintió, mirándola con preocupación.


«Confía en él», le decía una vocecita.


«Ten fe en tu marido».


Paula quería tenerla.


Con todo su corazón.








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