lunes, 25 de julio de 2016

CAPITULO 15 : (PRIMERA HISTORIA)



Dos semanas después, en la fiesta de inauguración del restaurante Lighthouse, Paula seguía repitiéndose que había hecho bien. Haberlo invitado a subir a su casa y haber hecho el amor hasta la extenuación no les habría servido de nada.


Paula miró a Pedro, que estaba en la pista de baile, y tragó saliva. Aunque se había prometido a sí misma a la edad de diecisiete años que no se acercaría a hombres como él, también existía la posibilidad, tal y como le había indicado Juliana, de que darse un buen empacho le sirviera para olvidarse de él.


—Esto es como el chocolate —le había dicho su amiga hacía un rato—. Cuando una tiene muchas ganas de comer chocolate, es mejor no ignorarlas porque lo único que consigues es obsesionarte todavía más. Lo que hay que hacer es pegarse un buen atracón y olvidarse del tema.


¿Un buen atracón?


—Anda, ve a bailar con él y le propones algo. La química entre vosotros es tan fuerte que se podría embotellar —insistió Juliana.


Paula se puso en pie y avanzó hacia la pista de baile. 


Cuando estaba llegando, se le ocurrió que, a lo mejor, no era tan buena idea y decidió darse la vuelta, pero ya era demasiado tarde, pues Pedro la había visto y la estaba llamando.


—¿Quieres bailar? —le preguntó.


«¡No!», pensó Paula.


—Sí, claro —contestó sin embargo.


Pedro la tomó de la mano, la estrechó entre sus brazos y se dejaron llevar por los acordes del vals. Paula sintió que se derretía y dejó que Pedro la apretara contra su cuerpo. Al instante, se le entrecortó la respiración.


—Enhorabuena. La gente no para de decirme lo bonito que está el restaurante. Hablan sobre todo del candelabro. Incluso le están haciendo fotos.


Paula sonrió encantada.


—No deberías haber dudado de mí.


Pedro sonrió y le colocó la palma de la mano en las lumbares mientras se movían en círculos. De repente, Paula se lo imaginó desnudo, se imaginó sus brazos fuertes y musculosos abrazándola contra su pecho. La imagen se le antojó excitante como el chocolate.


—¿Y ahora? —le preguntó Pedro.


Paula dio un respingo.


—¿Ahora?


Pedro asintió.


—¿Te refieres después de la fiesta?


—Oh, Paula —sonrió Pedro apoyando su frente en la de ella—. Me refería a cuál va a ser tu próxima reforma.


—Ah…


—La verdad es que me interesa más que hablemos de después de la fiesta.


—No me puedo ir pronto —contestó Paula sinceramente.


—Muy bien —asintió Pedro.


A continuación, bailaron en silencio hasta que terminó la canción.


—Me estoy muriendo de deseo, Paula —confesó Pedro—. Por favor, no me dejes así.


Paula cerró los ojos.


—¿Quieres que nos veamos luego?


Pedro asintió.


—Te advierto que será sólo una vez.


—¿Una vez? —se sorprendió Pedro.


—Una noche.


—¿Haremos el amor?


—Exacto.


—Perfecto.



CAPITULO 14 : (PRIMERA HISTORIA)





Pedro paró el coche frente a la casa de Paula. Todavía no se podía creer que Paula hubiera querido sabotear el acuerdo con su padre. Necesitaba saber por qué lo había hecho. 


¿Tan vengativa era?


En cuanto pasó el brazo por el reposacabezas y la miró, Paula supo lo que le iba a preguntar y se bajó del coche aunque estaba lloviendo. Pedro la siguió inmediatamente. Paula se dirigió al parque, que estaba oscuro pues ya eran más de las diez de la noche.


—Déjame en paz —le gritó—. Ya tienes lo que quieres, así que aléjate de mí.


—¿Por qué te molesta tanto?


Paula no contestó y siguió andando. Llovía con fuerza. Los zapatos se le habían embarrado y la camisa se le pegaba al cuerpo.


—No entiendo por qué estás tan enfadada —insistió Pedro.


Sabía que Paula había cumplido con su parte del trato y que no le debía nada. Era consciente de que lo que debería hacer sería distanciarse de ella y olvidarse de su existencia, pero no podía.


—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás así?


Pedro, parece mentira que seas tan inteligente para unas cosas y tan bobo para otras.


Pedro se quedó pensativo y comenzó a comprender.


—¿Te refieres a lo que sucedió entre nosotros hace unos días?


Paula asintió.


—Vaya, parece que empiezas a darte cuenta de que el hecho de que hagas negocios con mi padre podría resultarme incómodo.


Pedro comprendió y admiró la sinceridad de Paula.


—Lo de aquella noche solamente fueron unos cuantos besos —comentó intentando quitarle seriedad al asunto—. No se puede boicotear un contrato multimillonario por unos cuantos besos.


Paula apretó las mandíbulas.


—No fue lo que hicimos sino lo que no hicimos —le aclaró.


Pedro tragó saliva.


La tenía muy cerca. Sin pensarlo, alargó el brazo y le acarició el rostro. Al instante, Paula se sonrojó y Pedro se dio cuenta de que era de deseo ante su caricia.


—¿Me sigues deseando? —le preguntó.


Paula asintió.


—¿Y qué quieres hacer?


—Irme a casa.


—¿Sola?


—Sí.





CAPITULO 13 : (PRIMERA HISTORIA)




Aunque Paula había dado a entender que no tenía ninguna intención de mirarlo con deseo, lo cierto era que lo deseaba y que estaba manteniendo una gran lucha interna para controlarse.


Mientras cenaban, por espacio de más de una hora, su padre se explayó contándoles los detalles de su nueva inversión en toros y su idea de comprar un rancho en Texas. 


Lejos de parecer aburrido, Pedro parecía sinceramente interesado.


Cuando llegó el momento, mientras atardecía y el cielo se llenaba de nubes, decidió que había llegado el momento de plantear su negocio.


—Enhorabuena por el contrato de Enoki —le dijo a Samuel.


—Gracias. Tengo entendido que tu empresa también se presentó.


—Sí, nos habría venido muy bien hacernos con ese contrato dado que tenemos licencia para operar en Asia. De momento, no la hemos podido utilizar.


—¿Y no os interesaría venderla? —preguntó el padre de Paula interesado.


—No, claro que no.


Samuel se quedó mirando a Pedro y, luego, miró a su hija.


—¿Sólo sois amigos? —les preguntó.


—Sí —contestó Pedro.


—Entonces, supongo que has venido a cenar a mi casa para proponerme un negocio.


—Exactamente —admitió Pedro.


—Dispara.


—Tu empresa se encarga del hardware y la mía de la infraestructura y nos repartimos los beneficios.


—¿Al cincuenta por ciento? —preguntó Samuel interesado.


Pedro asintió.


Samuel sonrió, se arrellanó en su asiento y alargó el brazo.


—Trato hecho —contestó ofreciéndole la mano a Pedro.


—¿Cómo? —gritó Paula poniéndose en pie.


Ambos hombres e incluso su madre se giraron hacia ella. 


Paula intentó sonar coherente a pesar del miedo que le producía la posibilidad, ya casi certeza, de tener a Pedro tan cerca, metido en los negocios de su familia.


—Papá, piénsatelo bien, te acabas de meter en lo del rancho…


—No te preocupes, cariño, sé lo que hago.


—Sí, pero…


Pedro le dio un rodillazo por debajo de la mesa.


—Yo…


—¿Qué te pasa, Paula?


—No, bueno… es que no me gustaría que cometieras un error…


Pedro la miró con frialdad y apretó las mandíbulas.


—No tienes los detalles… —continuó Paula.


—De eso se encargarán los abogados —contestó su padre.


—Exacto —apostilló Pedro.