miércoles, 10 de agosto de 2016
CAPITULO 32: (SEGUNDA HISTORIA)
A la mañana siguiente, Paula se dirigió al despacho de Gerardo. La placa de la puerta decía Vicepresidente, pero para ella era mucho más. En cierto sentido, Gerardo era una versión joven de su padre. Guapo, con una buena formación, elegante, eficiente. Era un hombre acostumbrado a resolver problemas y había sido una gran ayuda para su padre desde el primer día.
—Hola, Gerardo —sonrió, sentándose sobre su escritorio.
—Buenos días, Paula.
—Últimamente no hemos tenido mucho tiempo para charlar.
—Estoy muy ocupado, como siempre.
—No hemos hablado de lo que pasó la otra noche. ¿Quién podría querer entrar en mi despacho?
—No lo sé —contestó Gerardo—. Pero en realidad ya no hablamos de nada, Paula. Ya no confías en mí como antes.
—¿Cómo que no? Claro que confío en ti —protestó Paula—. Siento mucho no haber tenido tiempo para ti, pero es que han pasado tantas cosas…
—Lo sé. Nada de esto es fácil para ti. Te has casado con un hombre que podría haber provocado la muerte de tu padre y ahora estás embarazada…
Paula lo miró, atónita.
—¿Cómo lo sabes?
—Me lo contó el propio Pedro.
—Pero no tenía derecho a hacer eso. Acordamos mantenerlo en secreto por ahora… Quería contártelo yo a mi manera.
—¿Y qué me habrías dicho? ¿Que estás locamente enamorada del rival de tu padre? ¿Que no puedes vivir sin Pedro Alfonso? Sé que te mintió en Maui y sé que te chantajeó para que te casaras con él.
—No fue un chantaje, Gerardo —intentó defenderlo Paula—. Yo…
—Te casaste con él bajo presión. Conozco a ese tipo de hombre, Paula. Te mintió y te dejó embarazada.
—No fue así. Además, ya no soy una niña…
—¿Estás diciendo que no lo hizo deliberadamente?
Paula había pensado eso muchas veces.
—Sí, me buscó deliberadamente, eso es verdad. Y no me gusta nada que te haya contado lo del niño.
—Pues estaba deseando hacerlo. Me lo contó con un brillo de satisfacción en los ojos, como si por fin hubiera conseguido lo que quería.
—Sí, seguro que sí —murmuró ella. Quizá su hijo estaría mejor sin Pedro, pensó. Quizá estaba siendo demasiado comprensiva con él. Quizá no debería dejar que el deseo le robase el sentido común.
—No me hace ninguna gracia saber que los empleados estamos siendo investigados. Ni a mí ni a nadie —siguió Gerardo—. Ese tipo de situación no ayuda a que la gente sea leal a una empresa. Esas tácticas son… indignas. Tu padre jamás lo habría hecho.
—Lo sé. Si no estuviera desesperada por salvar la empresa y descubrir quién está detrás de esos supuestos accidentes no habría aceptado.
—Yo no creo que sea ninguno de los empleados. Los dos sabemos que la competencia siempre tiene espías y… no me gusta decir esto, pero la competencia para nosotros es precisamente la empresa de tu marido. ¿De verdad confías en él lo suficiente como para pensar que no está detrás de todo esto?
Paula miró a Gerardo sin saber qué decir. No estaba segura de nada…
—Contesta a su pregunta, cariño —oyeron una voz entonces.
—Aparentemente, también le gusta escuchar conversaciones que no le conciernen —murmuró Gerardo.
—¿Qué haces aquí, Pedro? Estoy teniendo una conversación privada con Gerardo…
—Contesta a su pregunta. ¿Confías en mí?
Paula miró de uno a otro. Los dos hombres la habían puesto en un brete. Y aquélla era una pelea de la que ella no quería saber nada.
—Por mí podéis daros de tortas. No quiero saber nada.
Cuando iba a pasar al lado de Pedro, él la sujetó del brazo.
—He venido para contaros algo. Otro de los hoteles ha sufrido un accidente, el Chaves Dallas.
—No puede ser…
—El aire acondicionado se ha estropeado en todas las plantas del hotel… y ya sabéis el calor que hace en Texas en verano. La humedad es suficiente para ahogar a cualquiera, así que los clientes están saliendo en estampida.
Paula no podía creerlo. Otra vez.
—Yo me encargo de todo —se ofreció Gerardo, que parecía totalmente sorprendido.
—No hace falta. He enviado a mi equipo para investigar.
—Ese es mi trabajo —insistió él.
—Y yo he dicho que no, gracias.
—¿Cómo puedes confiar en este hombre, Paula?
—¡Gerardo, cállate! Me voy a mi despacho. Y si no queréis tener un problema serio, espero que ninguno de los dos pase por allí en todo el día.
Paula salió dando un portazo y se dejó caer en el sillón, con la cara ardiendo de rabia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario