domingo, 31 de julio de 2016
CAPITULO FINAL : (PRIMERA HISTORIA)
El vestido de novia de Paula era un vestido antiguo de seda con encajes. Lo había llevado la abuela de Pedro en 1943.
Paula también lucía el anillo de compromiso y la alianza de su abuela en la mano izquierda.
Paula nunca se había imaginado teniendo una boda así, pero ahora, sintiéndose como una princesa de cuento de hadas, la estaba disfrutando de lo lindo.
—No me puedo creer que estemos casados —suspiró mientras bailaba con su recién estrenado marido.
—Y yo no me puedo creer que me lo esté pasando tan bien. Cuando se casaron mis hermanos, sólo podía pensar en que habían perdido su libertad.
—Tú también la acabas de perder.
—No me siento en absoluto como si la hubiera perdido. No he perdido nada casándome contigo. Al contrario. He ganado, he ganado tener a mi lado a la mujer a la que amo —sonrió Pedro besándola.
—¿Vas a tirar el ramo de novia o qué? —le preguntó Eliana al pasar bailando a su lado con Tomas.
—Claro, igual que tú.
—Ten cuidado. No me sigas en todo porque igual te encuentras embarazada antes de lo que tú te imaginas —sonrió Eliana.
—¿Estás embarazada? —sonrió Paula.
Eliana asintió.
—Enhorabuena —intervino Pedro—. ¿Lo saben papá y mamá? —le preguntó a su hermano.
—Estamos esperando que vosotros volváis de la luna de miel para decírselo.
—No sé si voy a tirar el ramo entonces —comentó Paula.
Eliana se rió y se alejó bailando con su marido.
—Todavía no hemos negociado lo de los hijos —le recordó Pedro.
—Tienes razón. ¿Qué me ofreces?
—¿Dos niñas a cambio de dos niños?
—¿Cuatro?
—¿No es suficiente?
—Seamos realistas.
—¿Qué te parece si empezamos con uno y vemos qué tal nos va?
—¿Ahora mismo?
—No, no tiene que ser ahora mismo, pero te advierto que mi madre no tardará en empezar a hablar del tema.
En aquel momento, se acercaron Juliana y Tomas.
—Por fin te veo de novio —sonrió su hermano.
—Sí, yo también he acabado cayendo —bromeó Pedro—. Bueno, ¿y vosotros también os habéis animado a tener hijos?
Juliana palideció.
—¿Cómo lo sabéis?
—¿Tú también estás embarazada? —exclamó Paula.
—Sí —sonrió su amiga.
—¿Se lo has dicho a papá y a mamá? —le preguntó Pedro a su hermano.
—Estamos esperando a que vosotros volváis de vuestra luna de miel.
—Enhorabuena —dijeron Pedro y Paula al unísono mientras la otra pareja se alejaba bailando.
—Bueno, me parece que, como ya va a tener dos nietos seguidos, tu madre no nos va a presionar.
—Te advierto que a mí también me va apeteciendo —contestó Pedro.
—Bueno, pero no utilices a tu madre como arma de presión. Sólo los niños mimados necesitan a su madre para conseguir lo que quieren.
Pedro se inclinó sobre ella y la besó por el cuello.
Paula suspiró y se apretó contra él.
—¿Cuándo se va a ir toda esta gente?
Pedro sonrió.
—¿Lo ves? No necesito a mi madre para nada. Confío plenamente en mis poderes de persuasión.
—Te olvidas de que conseguí la alfombra y el candelabro.
—Pero, al final, te has casado conmigo.
—Claro, porque he conseguido los anillos antiguos a cambio —bromeó Paula levantando la mano izquierda.
—¿Me estás diciendo que te has casado conmigo para conseguir los anillos?
—Más te vale tener cuidado conmigo, guapo —sonrió Paula.
CAPITULO 33 : (PRIMERA HISTORIA)
Paula contestó el teléfono a la tercera vez.
—Vente para acá ahora mismo —le dijo Juliana.
—¿Dónde es «acá»?
—La sala de juntas de la empresa Alfonso-DuCarter.
—Ni por asomo.
—No te vas a creer lo que ha hecho Pedro.
—Sé perfectamente lo que ha hecho Pedro.
—No, no lo sabes. Ha intentado dejarlo todo por ti.
Paula frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?
—A todo. A su vida, a su imperio.
—¿Cómo?
—Por ti.
—¿Eh?
—Le acaba de decir a su familia que quiere vender todas sus acciones en la empresa familiar a cambio única y exclusivamente del Quayside.
—¿Y eso?
—¿No se te ocurre por qué iba a querer ser el único propietario del hotel?
—No.
—Obviamente para declararlo Patrimonio Histórico.
Paula tuvo que sentarse en el sofá.
—Ven ahora mismo —insistió Juliana colgando el teléfono.
Paula no se podía creer lo que estaba sucediendo. Por supuesto, nada más colgar el teléfono, salió corriendo de casa. A Pedro le encantaba ser vicepresidente de la empresa de su familia, le encantaba hacer dinero y cerrar tratos.
Paula llegó a la empresa de la familia de Pedro y Juliana salió a recibirla.
—Te quiere —le dijo su amiga.
—No digas tonterías —contestó Paula metiéndose en el ascensor.
Cuando las puertas volvieron a abrirse, nada más salir se encontró a Pedro de frente.
—¿Pau?
Juliana se apartó disimuladamente.
—¿Qué haces? —le preguntó Paula a Pedro.
—Iba a buscarte.
En aquel momento, la familia de Pedro al completo salió de la sala de juntas, así que Pedro agarró a Paula del brazo y la metió en un despacho.
—Juliana me ha dicho que te has deshecho de tus acciones.
—¿Y? ¿Te importa?
—Por supuesto que sí.
—Creía que me habías dicho que el dinero no era importante para ti.
—Pero sí lo es para ti. No puedes dejar tu trabajo, tu vida y tus sueños para hacerme feliz a mí.
—¿Por qué no?
—Porque no…
—¿Quieres que hagamos un trato?
—¿Qué trato?
—Conseguiré que declaren Patrimonio Histórico el hotel si te casas conmigo y tienes hijos conmigo —contestó Pedro acercándose a ella.
—¿Hijos?
—Está bien, ya encontraré otra cosa con la que negociar lo de los hijos. De momento, cásate conmigo.
Paula sintió que el amor se expandía por su pecho.
—Venga, salimos ganando los dos —insistió Pedro.
Paula sacudió la cabeza.
—Paula, te quiero.
Paula sintió unas inmensas ganas de llorar.
—Yo también te quiero, pero no puedo permitir que te deshagas así de tu empresa.
—Olvídate de la empresa. Si quieres que el hotel sea declarado Patrimonio Histórico, te vas a tener que casar conmigo —sonrió Pedro.
—Me casaré contigo si mantienes tus acciones en la empresa de tu familia.
—Trato hecho —contestó Pedro besándola.
—¿Así sin más?
Pedro asintió y volvió a besarla.
Pedro la quería. Iban a estar juntos para toda la vida. La declaración de Patrimonio Histórico no importaba.
En aquel momento, entró el padre de Pedro.
—Tu madre se estaba preguntando si iba sacando los anillos de la abuela —sonrió—. Voy a decirle que sí.
—Parece que hemos llegado a un acuerdo —contestó Pedro.
—Me has prometido que, a cambio de que me case contigo, no te vas a deshacer de tus acciones —le recordó Paula delante de su padre para que quedara bien claro.
—No te preocupes, hija, no le hemos dejado que lo hiciera —le dijo su futuro suegro cerrando la puerta y yéndose.
Paula miró a Pedro, que le guiñó el ojo.
—¿Me has engañado?
—Más te vale tener cuidado conmigo, guapa —se rió Pedro.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)