Pau recordó sus palabras durante el resto de la noche, y sintió que se le calentaba el corazón a pesar de que el temor que sentía por que a él pudiera pasarle algo, le helaba los huesos. A primera hora de la mañana, había tomado una decisión. Regresaría a Durango, para estar con Pedro, para ser su compañera.
Pedro decía que la amaba y ella sabía que estaba enamorada de él. De acuerdo, su trabajo era peligroso, pero Pau sabía que podría controlar el peligro siempre y cuando estuviera junto a Pedro.
Con el sol de verano entrando por las ventanas, Pau comenzó a recoger sus cosas. Metería todo lo que cupiera en su coche y el resto lo enviaría más tarde. Había decidido que mantendría su casa, para cuando regresara a visitar a sus padres y a Dani. A partir de entonces, su hogar estaría donde estuviera Pedro.
A media mañana, su salón estaba lleno de maletas, el equipo de caza y montones de cosas más. Mirando a su alrededor, Pau se preguntaba cómo había podido reunir tantas cosas cuando llamaron al timbre.
El envío que Pedro le había comentado que recibiría. Con tanta actividad, se había olvidado por completo. Se dirigió a la puerta, abrió y permaneció quieta, mirando con cara de asombro al mensajero.
En una mano, el hombre llevaba una caja para transportar animales. En la otra una caja grande.
—¿Señorita Chaves?
Ella asintió, confusa. Podía ver que algo se movía en el interior de la caja. El mensajero entró en la casa, dejó las cosas en el suelo y le mostró una pequeña carpeta.
—Necesito que me firme aquí.
Pau firmó donde él le indicaba, sonrió y murmuró:
—Gracias —después, cerró la puerta tras de sí.
Con cuidado, agarró la caja y se fijó en que había un sobre pegado a ella. Leería la carta más tarde. Primero quería ver el contenido.
—Ooh. Hola, pequeño.
El cachorro gimió y movió el rabo emocionado. Aunque no se parecía mucho a Boyo, Pau sabía que era uno de sus hijos. Era adorable.
Dejó la caja en el suelo otra vez, agarró el sobre y sacó la carta que había en su interior.
Paula, este cachorro no es para ti. Te escribo esta nota antes de marcharme a Los Angeles y de dársela a Hawk con instrucciones. Estoy seguro de que sabes que el cachorro es uno de los hijos de Boyo. Era la perrita más pequeña de la camada. Le pedí a Hawk que llevara a Boyo a ver a sus cachorros en cuanto se recuperara, y que eligiera uno de ellos. Hawk me llamó para contarme que lo había hecho, y que Boyo había señalado a la hembra más pequeña. Está vacunada, pero no tiene nombre. Es un regalo para Dani, y es a ella a quien corresponde ponérselo. Dentro de la otra caja, Dani encontrará comida y demás utensilios para empezar a cuidarla. También hay un librito con información sobre la raza.
Dile a Dani que no hace falta que tenga tanto miedo puesto que el cachorro está con ella. Como sabes, crecerá bastante, aunque no tanto como Boyo. Será fiel y cariñosa. Y estará dispuesta a dar la vida por su dueña… como tú sabes por experiencia.
Un beso, Pedro.
Secándose los ojos con las manos, Pau agarró el bolso, recogió las cajas y salió de su apartamento.
Diez minutos más tarde entraba en casa de sus padres. Su madre estaba bajando por las escaleras y la miró con cara de sorpresa.
—Pau, ¿por qué tanta prisa?
—Dani —dijo ella—. ¿Dónde está Dani?
—En la piscina, pero… ¿Qué llevas ahí? —le gritó a Pau mientras su hija salía al jardín.
—Ven, ven —la llamó Pau—. Ven a ver.
Al ver a Pau tan apresurada, Dani puso la misma cara de sorpresa que su madre.
—Pau, ¿qué…? —fue todo lo que pudo decir.
—Mira —dijo Pau, y le mostró la caja—. Es para ti
—¿Para mí? Pero… ¡Oh, cielos! Es un cachorro.
—Lo sé —se rio Pau—. Es tu cachorro —mientras Dani trataba de abrir la caja, Pau añadió—: Espera. Antes de que la saques, quiero darte esto —le entregó la carta.
Dani comenzó a leer en voz alta. No pasó mucho tiempo antes de que los ojos se le llenaran de lágrimas. No importaba, porque Pau y su madre también tenían los ojos llorosos.
—Oh, Pau, qué regalo tan bueno. Pedro parece un hombre estupendo.
—Lo es… —dijo Pau con un nudo en la garganta—. Ya puedes sacarla. Y no olvides que debes ponerle un nombre.
Dani sacó a la perrita con cuidado.
—¡Es preciosa! —abrazó a la bolita de pelo contra su pecho y se rio cuando el animal empezó a lamerle la cara.
Riéndose de verdad, por primera vez desde que le sucedió la terrible experiencia, Dani miró a Pau y a su madre.
—No tengo que pensar mucho —les dijo, riendo y llorando al mismo tiempo—. Solo hay que mirarla. Cómo puede llamarse sino Beauty.
—Perfecto —se rio Pau—. Ahora déjamela y permite que yo me lleve alguno de esos besos
No puede ser más tierno ese perro por favor. Me matan de amor jajajaja.
ResponderEliminar