sábado, 23 de julio de 2016

CAPITULO 9 : (PRIMERA HISTORIA)





Qué pena tener que ponerle un cero, porque aquélla había sido una de las mejores comidas que Paula había probado en su vida.


Pedro se había pasado un buen rato cocinando y la había obsequiado con champiñones rellenos de cangrejo, salmón al horno con salsa bearnesa y arroz con azafrán y espárragos.


Paula se quedó mirando los labios de Pedro y pensó que era una pena tener que darle un cero a la cena porque aquellos labios se le antojaban bellos y deseables.


Lo cierto era que lo había besado una vez, pero solo había sido un pico en el Túnel del Amor. Sin embargo, en aquella ocasión, Pedro se había retirado rápidamente al darse cuenta de que estaba a punto de besar a la hija de su enemigo de toda la vida. En cualquier caso, la experiencia había resultado interesante.


Paula se planteó que, tal vez, era ésta la ocasión perfecta para terminar lo iniciado en aquel momento.


¿Y qué tal si le diera un uno a la cena?


Desde luego, aquel salmón que estaba saboreando con fruición se lo merecía. O, tal vez, un dos, porque el arroz estaba también realmente delicioso. Claro que tampoco podía olvidar el maravilloso vino que estaba degustando.


Paula probó los espárragos. Estaban tiernos y le parecieron el complemento perfecto al pescado y al arroz. Tal vez, debería darles un punto. Eso quería decir que ya estaba en tres. ¿O eran cuatro?


Cuatro besos.


Sí, decididamente, Pedro se los merecía. Paula se dijo que no pasaba nada, que no lo iba a besar por pasión ni por deseo, que sólo era un trato. Además, estarían fuera de allí al día siguiente y, después de aquello, sólo le quedaría presentarles a sus padres, ocasión que no podría aprovechar para besarlo, por supuesto, y no lo volvería a ver.


Aquel pensamiento le deprimió, lo que, por otra parte, se le antojó estúpido porque lo único que hacían cuando se veían era discutir.


—Voy a por el postre —anunció Pedro poniéndose en pie—. He preparado natillas.


«Oh, oh, otro beso», pensó Paula.


Ya iba por cinco. El cincuenta por ciento. De repente, se le ocurrió que darle solamente el cincuenta por ciento era injusto porque Pedro se había esmerado realmente con la cena.


—Esta receta es de mi madre. Te va a encantar —sonrió al ponerle el cuenco de natillas delante.


Paula las probó y se sintió catapultada a otro nivel de sabor. 


Por supuesto, no pudo evitar que aquella sensación se reflejara en su rostro. Decididamente, aquel postre merecía otro punto.


Y ya iba por seis. Eso quería decir que le iba a tener que dar seis besos. Menos mal que había bebido suficiente vino como para hacerlo.


—Bueno, ya hemos terminado de cenar. ¿Cuántos puntos me das?


Paula echó los hombros hacia atrás. Por supuesto, podía mentir y puntuarlo con un cero, pero no lo iba a hacer. No le parecía justo y, además, le apetecía ver la cara de sorpresa de Pedro.


—Diez —contestó.


1 comentario: