domingo, 24 de julio de 2016
CAPITULO 10 : (PRIMERA HISTORIA)
¿Diez?
Pedro se quedó de piedra.
—¿Diez? —dijo atragantándose con el vino.
—Sí, diez —contestó Paula.
—No lo entiendo.
Paula se lo puso por escrito en una servilleta. Pedro se quedó mirando el número y sacudió la cabeza.
—¿Me vas a dar diez besos?
Paula asintió.
—De verdad que no lo entiendo. ¿Dónde está la trampa? —preguntó Pedro poniéndose en pie.
—No hay trampa —contestó Paula poniéndose en pie también.
—Pero si no paramos de pelearnos.
—Supongo que estamos haciendo las paces.
La tenía tan cerca que percibía el aroma de su champú y el calor de su cuerpo. Aquella mujer era increíblemente guapa y sensual. De repente, a Pedro se le ocurrió que, tal vez, el
haberse estado peleando continuamente con ella no había sido más que un mecanismo de defensa.
—Esto va a cambiar las cosas entre nosotros —le advirtió.
—Dependerá de los besos —contestó Paula con una sonrisa traviesa en los labios.
—Qué presión —dijo Pedro.
—Según tengo entendido, trabajas muy bien en situaciones de presión.
—Así es —confesó Pedro tomándole el rostro entre las manos.
Acto seguido, se acercó a su boca y tocó sus labios levemente. El primer beso fue delicado.
Bueno, Pedro comenzó de manera delicada, pero, cuando Paula abrió los labios de repente y Pedro probó la dulzura de su boca, el hambre entró en su torrente sanguíneo y el deseo se apoderó de él por completo.
Aquello le hizo apretarse contra su cuerpo, deslizar una mano entre sus cabellos y disfrutar de su tacto mientras la besaba de nuevo. Deslizó la otra mano hasta su cintura y, cuando recordó que Paula no llevaba braguitas, sintió que explotaba de deseo.
Cuando Paula le colocó las manos sobre los hombros, Pedro la apretó contra su erección y, para su sorpresa, Paula no se retiró, sino que se derritió contra él y abrió más los labios, lo que le permitió a Pedro meter la lengua dentro de su boca. Paula emitió un murmullo de placer, lo que hizo que la pasión de Pedro aumentara.
Pedro sintió que el oxígeno se evaporaba de su cuerpo, que la estancia daba vueltas y que el mundo exterior no existía, sólo el sabor, el olor y la suavidad de Paula, a la que no podía parar de besar.
Mientras le acariciaba la nuca, Paula ladeó la cabeza y susurró su nombre. Pedro la tomó en brazos y la levantó del suelo. Al hacerlo, el vestido se deslizó por sus muslos y las yemas de los dedos de Pedro entraron en contacto con la parte interna de sus muslos desnudos. Al instante, sintió que mil sensaciones se apoderaban de él con la fuerza de un huracán.
Si seguían, no iban a poder parar.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, dejó de besarla, la depositó de nuevo en el suelo y la miró a los ojos. Paula tenía las pupilas dilatadas por el deseo y la respiración entrecortada.
—Uno —susurró.
—Esto es muy fuerte —le advirtió Pedro agarrándola de la cintura.
—Lo que ha habido entre nosotros siempre ha sido muy fuerte, desde el mismo instante en el que nos conocimos —le recordó Paula agarrándolo de los bíceps.
Pedro estaba de acuerdo, así que tomó aire y volvió a besarla. Mientras lo hacía, sus pulgares avanzaron hasta los alrededores de sus pezones. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el trato sólo incluía besos.
Pedro comenzó besarla por el cuello. Uno de los tirantes del vestido se deslizó por el hombro de Paula, dejando a la vista la parte superior de uno de sus pechos. Al verlo, Pedro cerró los ojos con fuerza. Aquello era una tortura que lo llevó a descansar la frente sobre la de Paula mientras intentaba controlar su ritmo respiratorio, completamente desbocado.
Paula comenzó a besarlo por el cuello y le pasó los brazos.
Pedro tuvo que hacer un gran esfuerzo para no desnudarla allí mismo. Cuando tomó uno de sus pechos en la palma de su mano, Paula susurró su nombre. Pedro deslizó la mano dentro del vestido y le tocó un pezón, que se endureció al instante.
Pedro sintió que no podía más.
Volvió a besar a Paula en la boca. El deseo era tan fuerte e intenso que le dolía. Sabía que, si seguían, en breve estarían en la cama.
—Debemos parar —dijo apartándose levemente.
Paula lo miró confusa.
—O paramos ahora mismo o me voy a por una caja de preservativos y nos liamos la manta a la cabeza —le advirtió Pedro.
Paula se quedó pensativa. Pedro rezó para que eligiera la segunda opción aunque fuera una locura.
—De acuerdo —contestó Paula dando un paso atrás.
¿De acuerdo qué?
—No sé en qué estaba pensando —añadió llevándose la mano a la cabeza—. Será mejor que nos olvidemos de lo que ha ocurrido.
—Muy bien —contestó Pedro intentando disimular la frustración.
Paula se acercó a la mesa y apagó la vela.
—Será mejor que nos vayamos a dormir. Mañana por la mañana, nos sacarán de aquí y todo volverá a la normalidad —le dijo subiéndose el tirante del vestido.
—¿Y nuestro trato? ¿Me vas a presentar a tu familia?
Paula se giró hacia él y lo miró a los ojos en silencio. Pedro tuvo que hacer un gran esfuerzo para no correr de nuevo hacia ella.
—Un trato es un trato —murmuró Paula.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario