CAPITULO 7 : (PRIMERA HISTORIA)

—¿Qué tal has dormido? —le preguntó Paula a Pedro a la mañana siguiente.


—No muy bien —contestó Pedro sinceramente.


Paula había improvisado una cama utilizando una alfombra vieja y manteles. Se había ofrecido a compartirla con él, pero Pedro se había negado rotundamente.


—¿Qué haces?


—Tostadas.


Había encontrado pan y naranjas y había preparado el desayuno, que ofreció a Paula mirándola por encima de la cabeza para no volver a perder la suya porque lo que había ocurrido la noche anterior había sido penoso y no se podía volver a repetir.


—Me tienes impresionada con tus sorpresas —sonrió Paula.


—¿Quieres que te dé otra sorpresa?


—Claro, me encantan las sorpresas.


—Sígueme —le dijo apagando el fuego, poniendo el pan en un plato y perdiéndose por el pasillo.


—¿Adónde vamos?


—Sígueme.


—¿Por qué tanto misterio?


—Ya lo verás.


—¿Has encontrado una salida?


—No, pero he encontrado algo bueno.


—¿De qué se trata? —insistió Paula mientras Pedro abría la puerta de un armario.


—Cepillos de dientes, pasta dentífrica, gel de baño, desodorante y toallas —contestó Pedro.


También había preservativos, pero eso no lo mencionó.


—¿Y los podemos utilizar?


—Por supuesto.


—Dios mío, qué placer —sonrió Paula encantada.


Paula parecía realmente feliz. Pedro no se sentía así en absoluto. Tenía una mujer preciosa muy cerca de él y no podía tocarla. Qué pesadilla.


—El baño de hombres no funciona, así que tendremos que compartir el de mujeres —anunció Pedro—. Pasa tú primero.


—Gracias.


Una vez en el baño, Paula se desnudó y se aseó como mejor pudo con ayuda de una toalla y de agua y jabón. Le fue tan bien que incluso se animó a lavarse el pelo. Cuando terminó, lavó sus braguitas y sus medias y las colgó en el último rincón del baño. Allí, Pedro no las vería.


Pedro…


Una cosa era luchar con él por el proyecto de reforma y otra luchar consigo misma porque aquel hombre despertaba su deseo más pasional.


Tenía que tener cuidado.