miércoles, 27 de julio de 2016

CAPITULO 21 : (PRIMERA HISTORIA)






Paula se había pasado toda la noche pensando en las palabras de Pedro. ¿Habría accedido a cualquier cosa que le hubiera pedido antes o después de haber hecho el amor? 


¿Eso significaba que era buena en la cama o simplemente que la deseaba mucho?


Mientras seguía a Juliana a la oficina del director del hotel, se dijo que no tenía ni idea. Habían decidido empezar por allí su investigación histórica.


—¿Sabes que aquí fue donde Tomas me besó por primera vez? —le dijo su amiga mientras buscaban en los archivos de Henry Wenchel en busca de los planos arquitectónicos originales.


—¿Eso fue cuando te obsesionaste con la idea de que pasaba de ti?


—Sí, esa vez —sonrió Juliana encontrando los planos—. Estábamos buscando lo mismo que ahora.


A continuación, cerró el cajón, se acercó a la mesa de Henry y extendió los planos. Paula dio la luz y la ayudó.


—Son geniales —exclamó aquí mirando los planos originales de 1940.


—¿Dónde te besó a ti Pedro la primera vez? —le preguntó Juliana.


—Yo creo que sería mejor que los enmarcáramos —contestó Paula.


No quería pensar en los besos de Pedro, ni en su olor, ni en su voz ni en nada que tuviera que ver con él.


—Venga, cuéntamelo —insistió Juliana.


—En el Túnel del Amor —contestó Paula—. Ya te lo había dicho. Los enmarcamos y los colocamos en el restaurante.


—Ese beso no cuenta.


—Mira, aquí se ve cuándo añadieron la sala de conferencias.


—Qué interesante. ¿Dónde te besó por primera vez?


—En la boca. ¿Sabías que el hotel tenía un sótano?


—Sí, lo convirtieron en aparcamiento hace veinticinco años. Me refería al lugar espacial y no al lugar de tu cuerpo.


—¿Queda algo del sótano original?


Juliana sonrió y se cruzó de brazos.


—Sí. Yo sé ir, pero primero tendrás que confesar. Quiero saber el lugar donde te besó Pedro por primera vez.


Paula se puso a elegir los planos que estaban en mejor estado para mandarlos enmarcar.


—Eres una cotilla.


—Me han dicho que fue en la limusina.


—¿Quién te lo ha dicho?


—¿Es verdad?


—No.


—Tomas me ha contado que os fuisteis a pasear en limusina. Supongo que se lo habrá contado Pedro. ¿Qué pasó con la suite Roosevelt?


¿Pedro se lo había contado todo a Tomas? ¿Por qué iba a hacer algo así? Tenía treinta y cuatro años. No dieciséis.


No le importaba que su amiga supiera ciertos detalles, pero no le hacía ninguna gracia convertirse en el centro de las conversaciones de todo el mundo.


—Me parece que a los hermanos Alfonso-DuCarter les interesa demasiado la vida sexual de los demás.


—¿Mantuvisteis relaciones sexuales en la limusina? —se sorprendió Juliana.


—Ya veo que se te ha pegado su voyeurismo.


—No te hagas la tonta. Tú fuiste la primera que quiso saber todos los detalles sobre Tomas y yo.


—Aquello fue diferente. Tomas era una relación seria mientras que Pedro solamente es chocolate.


Y, al igual que el chocolate, demasiado Pedro le haría daño.


—Por si no te acuerdas, comencé a salir con Tomas para olvidarme de Brandon.


—Te salió bien, ¿eh? —sonrió Paula fijándose de nuevo en los planos—. Me gusta tal y como están.


—No estamos hablando de mí.


Paula suspiró.


—No, estamos hablando del hotel.


—No, estamos hablando de lo que pasó cuando Pedro y tú os fuisteis de la fiesta.


—No te vas a dar por vencida hasta que te lo cuente todo, ¿verdad?


—Tú harías lo mismo.


Paula enrolló los planos que había elegido y los metió en un tubo de cartón. Lo mejor sería acabar con aquello cuanto antes. Así, podría dejar de pensar en Pedro para el resto del día.


—Muy bien, allá voy. Me besó en el Lighthouse el fin de semana que Tomas nos dejó encerrados. Y, sí, mantuvimos relaciones sexuales ayer en la limusina.


—¿Con el conductor y todo? —se sorprendió Juliana.


—No, la pantalla de división estaba subida. Y no me atraen los tríos de momento.


—Ah.


—Pareces decepcionada. ¿Habrías preferido que el conductor hubiera estado mirando? ¿Desde cuándo eres así de exhibicionista?


—Me dejas de piedra.


—Dos veces —se lanzó Paula.


—¿De verdad?


—Sí.


—¿Vas a repetir?


—No. Dijimos que como el chocolate. Ya he tenido mi dosis y se acabó —contestó Paula dispuesta a irse.


—Entonces, ¿se acabó?


—Por supuesto —contestó Paula apagando la luz.


—¿Cada cuánto tiempo tienes una crisis de chocolate? —quiso saber Juliana.


—Suelo aguantar unos cuantos meses.


—Te doy unos días.


Lo cierto era que hubiera podido caer de nuevo hacía unas horas, pero no estaba dispuesta a admitirlo. Se había acostado con él con el propósito de no obsesionarse con él, pero no estaba dispuesta a repetir cada poco tiempo para mantener su salud mental.


Paula se recordó que aquel hombre era muy peligroso.


—Estás perdida —le dijo su amiga.


—Ya lo veremos. ¿Cómo se baja al sótano?


En aquel momento, se abrió la puerta y apareció Tomas.


—Por el spa —contestó Juliana—. Hay una puerta en el jardín.


—¿Una puerta en el jardín para qué? —quiso saber Tomas.


—Para bajar al sótano —contestó su mujer.


—¿Podrías acompañarme? —le preguntó Paula.


—Yo no tengo llaves. Las tiene Pedro.


Paula se estremeció de pies a cabeza ante la posibilidad de volver a ver a Pedro. Aquello no iba bien.


—¿Se las podrías pedir?


—No, tengo una reunión dentro de diez minutos —contestó Tomas.


—¿Y tú? —le preguntó a Juliana.


—Yo tampoco, lo siento. Tengo una reunión en la biblioteca.


—Le prometí a Pedro que no lo iba a molestar con la investigación histórica.


—Pero nos ibas a mandar a nosotros a molestarlo, ¿eh? —bromeó Tomas.


—Vosotros sois su familia —se justificó Paula—. ¿Y el guarda de seguridad no tiene copia?


—Sí, supongo que sí, pero no creo que te la dé a menos que tengas permiso de Pedro.


—No te preocupes —le dijo Juliana a su amiga con falsa compasión—. Si fuiste capaz de hacerlo en la limusina, podrás hacerlo también en el sótano.


Paula sintió que se sonrojaba de pies a cabeza.


—Yo no sé nada —dijo Tomas levantando las manos.


—Ya sabía yo que tenía que haber una buena razón para que los Chaves nos hubiéramos mantenido alejados de vosotros, los Alfonso-DuCarter, durante tanto tiempo —contestó Paula sacudiendo la cabeza.






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