domingo, 4 de septiembre de 2016

CAPITULO 28: (QUINTA HISTORIA)





La lluvia llegó con la noche, un diluvio que borró la vista que Pedro tenía de la bahía y lo atrapó en la cárcel de sus propios pensamientos.


Esa tarde le había dicho su último adiós a Mac, en un breve funeral privado. Después había vuelto a la casa que había alquilado en Sausalito después de su estancia en el hospital.


Él se habría conformado con una habitación de hotel cerca de las oficinas de Alfonso MacCreadie pero Mac había organizado el alquiler. Había alegado que las vistas al mar, los paseos por la playa y un gimnasio cercano merecían la pena. Pedro había cedido porque Mac vivía muy cerca de allí y resultaba más fácil visitarla.


Pero no la había visitado lo suficiente. Había pasado varias semanas recuperando la fuerza física. Y más investigando por qué había fallado su puja y preparando su segundo viaje a la zona.


Un viaje que había perdido su sentido con la muerte de Mac.


Había fallecido pacíficamente, sin recuperar la consciencia, gracias a Dios. Pedro había llegado demasiado tarde para despedirse, y lo abrumaba saber que, en última instancia, le había fallado.


Había pasado demasiados días en Australia. Podría haber cerrado el trato el primer día, si no lo hubiera dominado su instinto de venganza. Y su empeño de tener a Paula Chaves deseosa y caliente en su cama.


Debería haber estado en casa, con Mac; era la única familia que ella tenía.


La ópera que estaba escuchando terminó con un angustioso crescendo, el acompañamiento perfecto para la cena que no había tocado. Se levantaba para elegir una pieza más serena cuando oyó el timbre de la puerta. Frunció el ceño. El timbrazo era constante, como si alguien llevara un buen rato pulsando el botón. Con la ópera sonando a todo volumen no lo habría oído.


Se planteó ignorarlo. No esperaba visitas, no daba su dirección a nadie. Pero la curiosidad ganó la partida y fue hacia la puerta.




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