viernes, 19 de agosto de 2016
CAPITULO 3: (CUARTA HISTORIA)
—¿Qué pasa? —se irguió en su sillón.
—Una tormenta tropical se dirige hacia Miami.
—No me había enterado —reconoció Pedro mientras sus dedos se movían rápidamente por el teclado del ordenador a la busca de un mapa del tiempo—. ¿Está cerca?
—Disponemos de unos cuantos días antes de que nos alcance —le explicó ella—. Todavía existe la posibilidad de que cambie de rumbo o desaparezca, pero quería saber tu opinión. Para serte sincera, carezco de experiencia en tormentas tropicales como buena oriunda del Medio Oeste.
Pedro soltó un suspiro de alivio una vez que localizó la mancha verde en el mapa del radar.
—Son bastante comunes, pero desde luego no podemos permitirnos perder más tiempo. La buena noticia es que, al no tener levantada la estructura, los daños serían mínimos.
—Espero que no tengamos muchas más.
—Estaré al tanto —cerró la pantalla—. Por ahora, pues, sigamos con lo planeado.
Paula pareció vacilar al otro lado de la línea.
—Umm… eso suena bien, Gracias.
Aquella vacilación, unida a lo tembloroso de su respuesta, lo dejó intrigado. Había desaparecido la Paula firme, decidida. «Interesante», pensó.
Colgó justo cuando su hermano entraba en el despacho.
Sonriéndose, se recostó en el sillón y cruzó las piernas.
—Me alegro de verte por aquí.
Matias evidentemente no podía aguantarse la sonrisa de oreja a oreja.
—Siento haberte dejado solo con el proyecto, pero Tam necesitaba un descanso después de la muerte de su padre.
La esposa de Matias, Tamara, había perdido a su padre de un cáncer de pulmón apenas un mes atrás. Como Matias y Tamara se habían reunido recientemente, habían disfrutado de unas bien merecidas vacaciones en Aruba tras su trabajo como diseñadores del proyecto del centro turístico de Miami.
—Lo entiendo. ¿Cómo está?
Con un suspiro, Matias se dejó caer en el sillón de cuero frente al escritorio de Pedro.
—Va tirando. Sinceramente pienso que el descubrimiento de que su padre estuvo detrás de nuestra ruptura hace once años… ha sido un golpe casi tan fuerte como el de la propia muerte de Walter.
El difunto padre de Tamara había frustrado el futuro de la pareja interponiéndose entre ellos cuando estudiaban en la universidad. Pero la amable mano del destino los había reunido después de una década larga de separación. Walter no había querido que Matias se casara con su hija. No había querido como yerno a un joven como él, en delicada situación económica debido a la necesidad que había tenido, al igual que el resto de sus hermanos, de mantener a la familia tras la muerte de sus padres.
Pedro sabía que los dos se habían querido mucho y que aquella ruptura le había causado a Matias una crisis nerviosa. Pero su hermano se había esforzado tanto como él y juntos habían fundado una empresa propia, nada más terminar los estudios. Matias nunca había vuelto a ser el mismo desde aquella ruptura. Pero ahora que había recuperado a Tamara, todo había vuelto a cambiar radicalmente. Sí, quizá el amor fuera algo real para alguna gente, reconoció Pedro para sus adentros. Pero para muy poca. Poquísima.
—Hacéis una buena pareja —observó Pedro—. Ella es fuerte y tú la estás ayudando. Lo superará.
Matias asintió antes de señalar los planos que estaban extendidos sobre su mesa.
—¿Qué tal van las obras?
—Sin problemas hasta el momento —bajó la mirada al diseño—. Me siento como un niño esperando recibir su regalo de Navidad. Me muero de ganas de verlo terminado.
—Todos nos sentimos igual —de repente Matias arqueó una ceja—. ¿Quieres contarme lo que te preocupa?
Pedro maldijo para sus adentros. Odiaba aquella «intuición de los gemelos» que ambos compartían. Alguna gente sonreía escéptica o se reía ante la idea de que ambos pudieran compartir un vínculo tan especial, pero tanto Matias como él sabían que era perfectamente posible.
—Ella no debería ser tan… fascinante —confesó bruscamente—. ¿Cómo es que se me ha metido de esa manera en la cabeza? Y, lo que es más importante: ¿por qué se lo consiento?
—¿Estamos hablando de la jefa de obras? —rio Matias entre dientes—. ¿De Anastasia?
—Sí —suspiró Pedro.
—Es atractiva. Pero no es tu tipo habitual. ¿Cómo es que de repente te has obsesionado tanto con ella?
—No tengo la menor idea.
—Quizá sea inmune a tus encantos, y por eso te tiene tan preocupado —sonrió al ver el ceño de Pedro—. Bueno, no era más que una sugerencia… O quizá te sientes atraído porque es fuerte y testaruda. Como Melanie.
Matias rara vez mencionaba el nombre de Melanie. Y aunque sabía que se había acercado bastante a la verdad, Pedro se negó a responder. Su silencio resultó de por sí suficientemente elocuente.
—En serio —Matias se inclinó hacia delante, con los codos sobre las rodillas—. Quizá sea ella la única que finalmente esté consiguiendo hacer que olvides a tu exesposa. Dudo que Paula sea la típica tonta caza fortunas que tanto has estado frecuentando últimamente.
Cierto, Paula lo había tratado como si fuera un igual, en lugar de cederle constantemente la iniciativa en las conversaciones. Quizá el hecho de haber trabajado durante tantos años rodeada de hombres tan machos había templado su personalidad con una dureza especial. ¿Quién lo sabía? Y, lo más importante: ¿por qué diablos estaba empleando tanto tiempo en intentar diseccionar a alguien que formalmente trabajaba para él? Lo único que quería era un pequeño contacto personal a solas…
—No negaré que es condenadamente sexy —admitió Pedro—. Pero también es todo profesionalidad y dedicación a su trabajo.
—¿Y tú tienes una problema con eso, verdad? —se burló Matias.
—Solo cuando detrás se esconde una mujer tan frustrante como impresionante con la que tendré que trabajar durante el próximo año —Pedro se quedó mirando fijamente a su hermano—. Solo necesito empezar a verla como si fuera un trabajador más y olvidarme de que es una mujer preciosa que debería lucir joyas y vestidos elegantes… en lugar de un casco de obra y un cinturón de herramientas.
Matias se inclinó hacia delante, plantando las manos en el cristal de la mesa.
—¿Por qué no ofrecerle la oportunidad de que sea esa mujer de los vestidos y de los diamantes? Quiero decir que… si no puedes sacarte esa imagen de la cabeza, quizá exista una razón para ello.
Pedro estuvo a punto de reírse de la ocurrencia.
—Estás enamorado y eso te ofusca el pensamiento. Paula me escupiría en un ojo si se me ocurriera invitarla a cenar.
—Parece como si te asustara la posibilidad.
—Yo no tengo miedo de nada.
—Demuéstralo. Llévala a la fiesta que Victor ha convocado la semana que viene. Considéralo una cita de negocios, si así te sientes mejor.
—¿Pero por qué diablos estoy hablando de todo esto contigo? —de repente se echó a reír—. Ella no es mi tipo, así que no debería importarme su aspecto en un ambiente formal de esa clase. Me interesa más su aspecto… en un escenario mucho más íntimo.
Matias lo miraba sin dejar de sonreír.
—Si estás hablando de esto conmigo, es porque no te puedes quitar a esa mujer de la cabeza. Si piensas que no tienes ninguna oportunidad con ella, entonces deja de preocuparte. Probablemente ella tampoco esté interesada en ti. Y ambos sabemos que eso es exactamente lo que se necesita para estimular una relación.
¿Que no estaba interesada? Eso no era posible. Había visto la manera en que se le aceleraba el pulso, en que había contenido el aliento cuando le acarició una mejilla. No, Paula estaba definitivamente interesada.
Pero si ése era el caso… ¿qué pretendía hacer él al respecto?
Patético. Absoluta y completamente patético. Pedro se sorprendió a sí mismo, por segunda vez en aquel día, dirigiéndose a la misteriosa pelirroja que supervisaba los trabajos junto a dos de los miembros de su equipo. Dos hombres que parecían avasallarla con su estatura y también con su cercanía. Evidentemente los celos no constituían un sentimiento nada agradable.
Era como si las burlonas palabras de Matias hubieran avivado el fuego abrasador que había experimentado desde un principio. Pero se negaba a creer que estuviera allí porque su hermano gemelo hubiera sembrado la duda en su alma sobre su capacidad para conseguir que Paula saliera con él.
¿Por qué le importaba tanto lo que ella pudiera pensar de su persona?
Porque por alguna razón Paula ya le había demostrado su desdén, cuando él no había intentado absolutamente nada con ella. Evidentemente debía de haber tenido alguna amarga experiencia, probablemente con algún imbécil en la propia zona de obras… y ahora era cuando él pasaba a la acción, dispuesto a seducirla con el objetivo de que se acostaran juntos durante los próximos meses… La oportunidad no podía ser más adecuada, pensó, irónico.
—Pedro.
Se detuvo en seco y renunció a acercarse a la sensual jefa de obras para concentrar su atención en Karen. Su hermana acababa de bajar de su Sedán color perla, tan hermosa como siempre. Con su melena oscura cuidadosamente recogida, su traje rosa brillante y sus elegantes tacones plateados, no podía contrastar más con aquella sucia y polvorienta obra.
—Te echaba de menos en la oficina —se le acercó, sonriendo, y miró luego a Paula por encima del hombro de su hermano—. Hola, creo que todavía no nos han presentado. Soy Karen Alfonso. Y tú debes de ser Paula Chaves
Pedro ni siquiera había oído acercarse a Paula.
—Llámame Paula, sin más.
Las dos mujeres se sonrieron. Eran tan distintas, y sin embargo igual de bellas e impresionantes, cada una a su modo.
—¿Qué necesitabas? —le preguntó a su hermana.
No lejos de allí uno de los hombres soltó un largo silbido, y no precisamente para entretenerse. El típico silbido agresivo-admirativo. Pedro no se volvió para buscar al culpable, pero advirtió que Paula se disculpaba para dirigirse a un grupo de obreros que estaba preparando el perímetro de la estructura a cementar.
—Lo siento —murmuró Pedro.
Karen se encogió de hombros.
—No es necesario que te disculpes.
—Me estoy disculpando por el género masculino en general. Eso ha sido una grosería.
Karen volvió a mirar por encima de su hombro.
—Parece que Paula tiene la situación bajo control.
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