viernes, 26 de agosto de 2016
CAPITULO 26: (CUARTA HISTORIA)
Paula se enfrentaba a la perspectiva de un fin de semana sin Pedro. Había planeado pasar un fantástico día en la playa con su madre, no haciendo otra cosa que tomar el sol y leer un poco. Ya ni se acordaba de la última vez que había hecho algo así.
Mientras su madre se cambiaba en el dormitorio de la suite, Paula guardó varias botellas de agua, un libro y una toalla en su bolsa playera. El día del pasado fin de semana que habían pasado juntas en el spa había sido fantástico, pero Paula necesitaba otro más de relajación. Sobre todo después de la conversación que había tenido con Pedro.
El dolor que parecía haberse instalado de manera permanente en su pecho echaba raíces cada día. Por la manera que Pedro había tenido de escucharla, de aconsejarla cuando ella le había hablado de su padre y de su infancia, de hacerle sonreír y reír a carcajadas, había estado convencida de que la quería. O de que, si no la amaba, la apreciaba y se preocupaba por ella. Le había comprado un perro, una mascota… ¿Y acaso no había dicho su ex que en su casa siempre había tenido prohibidas las mascotas?
—Lista.
El alegre tono de su madre la sacó de sus dolorosas reflexiones. Lorena salió del dormitorio vestida con un bañador rojo de una pieza y un pareo negro a la cintura.
—Recojo mi bolso y nos vamos.
Justo en aquel momento llamaron a la puerta.
—Ya abro yo —dijo Paula.
Atravesó el salón y abrió la puerta. Era Pedro. Con el cachorro en los brazos.
—Jake te echaba de menos —le dijo mientras se lo entregaba.
Paula estrechó al animalito contra su pecho, luchando contra el nudo de emoción que le atenazaba la garganta.
—Gracias. Iba a salir con mamá. Me lo llevaré con nosotras.
Pedro hundió las manos en los bolsillos, apoyado en el marco de la puerta.
—Esperaba que vinieras conmigo… Tengo algo que enseñarte.
Paula no quería estar tan cerca de él, y menos aún acompañarlo a alguna parte. El limpio y seductor aroma al que tanto se había acostumbrado parecía envolverla. La sensual sombra de su barba parecía algo más negra que lo usual. Tenía los ojos levemente hinchados, como si no hubiera dormido, y el pelo despeinado.
—No creo que sea una buena idea.
—Pues yo creo que es una idea estupenda —intervino Lorena, apareciendo tras ella—. Ve con él, Paula. Ya saldremos a la playa el siguiente fin de semana que tengas libre.
—¿Y tú qué harás?
—No te preocupes por mí —sonrió—. Anda, vete.
Por mucho que detestara admitirlo, Paula sentía curiosidad por ver lo que él quería enseñarle. Y, para ser sincera, sabía que necesitaban hablar. No podían dejar las cosas así, por muy segura que ella estuviera de su desenlace. Salir por aquella puerta con Pedro le produciría aún más dolor, pero después de todo lo que ella le había dado, se merecía la oportunidad de hablar con él y de explicarle exactamente lo que sentía.
—De acuerdo —se volvió hacia Pedro—. Recojo mi bolso.
—No necesitarás nada —le aseguró—. Solo a Jake.
Vacilante, decidió recoger solamente las llaves, que se guardó en un bolsillo del pantalón corto. Besó a su madre y salió con Pedro. Un denso silencio los acompañó durante todo el recorrido por el pasillo y el ascensor, hasta que subieron a su todoterreno.
Pensó que evidentemente no estaba de humor para hablar.
Por el momento, se resignó. Sabía que al final tendrían que hacerlo, pero supuso que podría esperar a que llegaran a su destino final… que no fue otro que su casa.
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