miércoles, 17 de agosto de 2016
CAPITULO 22: (TERCERA HISTORIA)
Pasó el camino desde el aeropuerto pensando en qué decir a Pedro. Él iba en silencio mientras el coche recorría su camino a través de la ciudad hacia una aislada franja de playa dominada por un promontorio que sobresalía por encima del océano. La casa estilo Reina Ana donde iban a quedarse conseguía ser al mismo tiempo impresionante y singular. Sin ninguna otra construcción en kilómetros a la redonda, parecía propia de las novelas góticas que transcurrían en el Caribe que había leído de adolescente.
¿Dónde estaba el barco pirata? O quizá los esperaba en la casa un lord inglés que ocultaba una esposa loca en el ático.
Sus pensamientos podrían haberle parecido divertidos si no hubiera sido por el silencio de Pedro. Quizá la imagen de lord era más acertada de lo que creía. Pero ¿eso la hacía a ella la inocente y estúpida amante? O peor, ¿la loca esposa del ático?
Reprimió una risita, sintiéndose una mujer victoriana hasta en el último centímetro de su cuerpo. Esa indefensión acabaría por volverla loca a ella. Si Pedro sabía algo nuevo de su hermano, no lo había compartido con ella.
Cuando estuvo acomodada en una de las habitaciones de invitados sintió que tenía más de un nudo en el estómago.
Dejó la raída maleta en el suelo y no sacó la ropa para meterla en los armarios estilo Bombay. No pensaba quedarse allí el tiempo suficiente.
Ignoró la belleza de la mosquitera que colgaba de los cuatro postes del dosel de la cama. Si se sabía algo de su hermano, bueno o malo, necesitaba enterarse ya. Había llegado el momento de afrontar la verdad.
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