lunes, 1 de agosto de 2016
CAPITULO 2: (SEGUNDA HISTORIA)
La combinación de refrescos de mango, melocotón y vodka que había tomado por la noche hizo que se levantara con dolor de cabeza al día siguiente. Ella nunca había sido una gran bebedora; prefería una copa de champán o de buen vino a un combinado. Y el precio era una terrible resaca.
Estaba en la playa, tomando un café solo y mirando el mar a través de sus gafas de sol. Pero ni siquiera Yves Saint Laurent podía evitar que le doliera la cabeza.
Paula cerró los ojos, esperando que la brisa del mar curase su jaqueca…
—¿Te importa si compartimos este pedazo de playa? —una voz masculina la hizo abrir los ojos.
Era el extraño de la noche anterior, sus ojos ocultos bajo unas Ray Ban. Llevaba una camisa tropical sin abrochar y un bañador oscuro. Y tenía un torso de escándalo.
—La playa es de todos —contestó ella.
El hombre colocó una tumbona al lado de la suya.
—Desde luego, la vista es maravillosa.
Paula asintió, mirando al horizonte, hasta que se percató de que quizá él le había querido hacer un cumplido. Pero cuando lo miró, su expresión seguía siendo la misma.
—Me llamo Alfonso.
—Ah… yo soy Paola —dijo ella.
—¿Demasiado «Sexo en la playa» anoche, Paola?
—Esto… sí, demasiado alcohol. Pero si la pregunta va con segundas, me temo que no es asunto tuyo.
—Te vi anoche en el bar, por eso lo digo.
—Ya, bueno, no soy una gran bebedora.
Él sonrió.
—¿Estás aburrida?
—Anoche sí —contestó ella—. Vine aquí para relajarme, para descansar, para no hacer nada…
«Para recuperarme de un compromiso roto».
—Pero no hacer nada no es tu estilo —sonrió él.
—Aparentemente no.
—Tampoco es mi estilo. Ya tenemos algo en común.
—¿Estás de vacaciones?
—Algo así —contestó Alfonso, encogiéndose de hombros—. Con unos cuantos negocios mezclados. Pero siempre me alojo en el Wind Breeze cuando vengo aquí.
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