lunes, 1 de agosto de 2016
CAPITULO 1: (SEGUNDA HISTORIA)
Paula Chaves hizo una mueca mientras tomaba un sorbo de su segundo «Sexo en la playa». Menuda ironía.
Sexo en la playa.
Eso era exactamente lo que ella debería estar haciendo durante su luna de miel. Pero estaba sola, sentada frente a la barra del bar del hotel Wind Breeze, en la isla de Maui, ahogando sus penas en alcohol.
Debería estar recién casada.
Con Jeremias Overton, el sinvergüenza que la había convencido de que estaba enamorado de ella y no del dinero de su padre. Descubrir el día de su boda que su futuro marido era un canalla la hizo salir corriendo, abandonando a toda prisa la ceremonia y a los invitados, que estaban a punto de llegar.
Sí, había dejado plantado a Jeremias, pero también había dejado allí su corazón. Y, a partir de ese momento, ya no era la niña ingenua y confiada que creía en los finales felices.
Destrozada, había decidido ir a un hotel exclusivo en la isla de Maui, esperando no ser reconocida como la hija del magnate hotelero Nicolas Chaves. Necesitaba escapar.
Necesitaba tiempo para reevaluar su vida. Llevaba tres semanas en la playa, nadando, leyendo, relajándose…
Y estaba volviéndose loca.
La luna flotaba sobre la piscina de aguas transparentes, las olas acariciaban la playa de arena blanca… Bajo el techo de paja del bar, Paula terminó su copa pensando si debía pedir otra antes de volver a la soledad de su habitación. La calurosa noche de junio era agobiante. De no ser por los ventiladores del techo, el aire caliente la asfixiaría…
—¿Quiere otra copa? —le preguntó el camarero, Joe, fulminando con la mirada a un hombre que pretendía acercarse, como hacía todas las noches desde que estaba allí.
Paula sonrió. Joe parecía haber decidido protegerla. Quizá porque, durante esos días, había comprobado que no tenía la menor intención de hablar con extraños.
—Mejor no. Aún no he terminado ésta.
Un ruido en la piscina la hizo volver la cabeza. Un hombre se había tirado de cabeza y nadaba hacia el otro lado con poderosas brazadas. Sin saber por qué, Paula se quedó mirando mientras salía del agua. Era un hombre muy alto, moreno… y sus hombros podrían rivalizar con los de cualquier atleta olímpico.
El hombre clavó en ella unos ojos oscuros y penetrantes… y Paula sintió un escalofrío que la recorrió de arriba abajo. Era una sensación que no había experimentado nunca.
Nerviosa, consiguió sonreír. El extraño no le devolvió la sonrisa, pero levantó una ceja como respuesta.
Paula, agitada, no podía dejar de mirarlo mientras se secaba los hombros y se envolvía una toalla en la cintura. La mirada oscura del extraño parecía estar llena de promesas y su corazón latía a toda velocidad mientras esperaba que se acercase… lo cual era sorprendente porque había jurado no volver a mirar a un hombre en al menos diez años.
Estaba harta de mentirosos, de tramposos, de hombres que le decían palabras de amor cuando sólo querían una parte del pastel de su familia.
Jeremias había sido el más inteligente. Paula había creído sus promesas de amor… hasta que su padre hizo que lo investigaran.
Y descubrió justo a tiempo que Jeremias Overton no era el alto ejecutivo que decía ser cuando lo conoció en Europa seis meses antes sino un tipo que estaba en la ruina y no tenía oficio conocido.
Paula, desesperada, había salido corriendo para esconderse en aquel discreto y lujoso hotel y curar su herido corazón.
De nuevo, miró hacia la piscina. El extraño había desaparecido. Suspirando, sacudió la cabeza. Seguramente era lo mejor. Al menos, que hubiera sentido cierta atracción significaba que no estaba muerta del todo.
—¿Ocurre algo, señorita? —le preguntó Joe.
—No, nada en absoluto —contestó ella, pensando que el único «sexo en la playa» que iba a tener aquella noche estaba en el fondo de la elegante copa de cóctel que sujetaba en su mano.
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