miércoles, 31 de agosto de 2016
CAPITULO 15: (QUINTA HISTORIA)
Pedro prolongó la excursión fotográfica todo lo que pudo, hasta que ella perdió la compostura y estalló. Estaba ayudándola a bajar por un empinado camino, hacia una playa virgen que había visto desde el porche. Ella le puso la cámara en la palma de la mano, con un golpe.
—Creo que tienes fotos más que suficientes. No soy una cabra montés. No estoy vestida para hacer marcha. Voy a la casa a darme una ducha.
Dos horas después, Pedro llamó a la puerta de su dormitorio. Al llegar, le había ofrecido el dormitorio principal, en la planta superior, y tras dudar un momento, ella lo había aceptado.
Volvió a llamar, pero no hubo contestación. Con su horror a los barcos, dudaba que intentara escapar, aun así sintió cierta preocupación. Abrió la puerta. Tal vez estaba en el balcón…
No. Envuelta en una enorme toalla, estaba sentada en el centro de la cama, las largas piernas desnudas y el cabello convertido en una masa de rizos húmedos, con el rostro vuelto hacia la excelente vista de árboles y océanos que ofrecían los ventanales. La imagen que presentaba, no su belleza y su piel perfumada tras la ducha, sino su fragilidad, hicieron que algo se removiera en el interior de Pedro.
Había sentido algo parecido en la playa, cuando ella lo había mirado con decepción; entonces había deseado consolarla y ella lo había rechazado. Así que se tragó las ganas de hacerlo, y esperó a que lo saludara.
No lo hizo.
—¿Sigues enfurruñada? —preguntó, impaciente.
—Estoy pensando.
—¿En qué?
—En nuestra conversación de la playa —giró la cabeza unos centímetros; los rayos del sol tocaron su cabello y lo convirtieron en puro fuego. Él se quedó sin aliento al ver humedad en sus pestañas.
Había estado llorando.
—Cuando me preguntaste si había alguna persona por quien haría cualquier cosa, contesté reflexivamente. Hay más por las que caminaría sobre ascuas. Sara dice que debería desarrollar un poco de egoísmo sano. Le parezco muy blanda.
—¿Sara es tu hermana?
—Sí. También está en mi lista de personas por la que haría cualquier cosa, pero Pappy fue el primero en quien pensé, aunque falleció hace diez años. Tal vez porque no tuve oportunidad de hacer nada por él. Murió de repente —alzó la vista y lo miró a los ojos—. Se está muriendo, ¿verdad?
La franca pregunta dejó mudo a Pedro. No hizo falta que contestara, su expresión lo dijo todo.
—Lo suponía —apretó los labios y volvió la cabeza de nuevo—. ¿Has venido solo a preguntar por mi estado de humor, o a algo más?
—Te he traído ropa. He pensado que tal vez te gustaría cambiarte para cenar —la dejó sobre la cómoda y fue hacia a la puerta para no revelar la emoción que empezaba a desatarse en su interior.
—Mac es tu abuela, ¿verdad? Tú eres el nieto —dijo ella cuando ya llegaba al umbral
Él, asombrado por su perspicacia, no contestó. No se dio la vuelta. Siguió andando.
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