jueves, 28 de julio de 2016
CAPITULO 25 : (PRIMERA HISTORIA)
—Tengo los álbumes —le dijo Pedro a Paula a la mañana siguiente por teléfono.
Paula tuvo que hacer un gran esfuerzo para no estremecerse de pies a cabeza al oír su voz.
—No te atrevas a abrirlos sin mí delante.
Pedro se rió.
—Por supuesto que no. ¿Quedamos para comer?
—Muy bien —contestó Paula—. Juliana también quiere venir.
—¿De verdad?
Juliana negó con la cabeza.
Paula le asintió insistentemente a su amiga. Habían pasado menos de setenta y dos horas desde que se había acostado con Pedro y estaba comenzando a tener el síndrome de abstinencia. No quería estar con él a solas. No se fiaba de sí misma.
—No puedo acompañaros —murmuró Juliana.
—Sí, claro que puedes —insistió Paula tapando el auricular del teléfono.
—Creo que lo más fácil será que nos veamos en mi casa —sugirió Pedro.
—¿En tu casa? —exclamó Paula.
—Sí. Los registros y los menús están en mi casa.
Paula maldijo en silencio. Había vuelto a casa en taxi la noche anterior precisamente para que Pedro no la llevara.
—¿En su casa? —sonrió Juliana.
—Te vas a venir conmigo.
—He quedado con Tomas.
—Pues lo llamas y le dices que te ha surgido una cosa.
—¿Paula?
—Dime, Pedro.
—¿Quieres que te pase a buscar?
—No, ya vamos nosotras por nuestra cuenta.
Juliana negó con la cabeza y Paula volvió a asentir.
—Me parece bien. Nos vemos allí.
—Hasta luego —se despidió Paula colgando el teléfono.
—Yo no voy —le advirtió Juliana.
—Cancela la cita con tu marido —le dijo Paula.
—Es nuestro aniversario. Hoy hacemos cuatro meses de casados.
—Lo puedes celebrar esta noche.
—Debe de estar a punto de llegar.
—Entonces, vámonos inmediatamente.
—Este asunto de Pedro es problema tuyo.
—Fuiste tú la que me dijiste que me acostara con él.
—Sí, y te gustó.
—No… bueno, sí.
—Pues repite. No creo que te haga daño. Incluso puede que te venga bien.
—¿Crees que voy a seguir tus consejos otra vez?
Juliana sonrió. En aquel momento, se abrió la puerta del despacho y entró su marido.
—¿Estás lista, cariño?
—Sí —contestó Juliana.
Paula dejó caer los hombros en señal de derrota.
—Soy adicta al chocolate —susurró.
Su amiga sonrió y le dio una palmada en el hombro al pasar junto a ella.
—No te preocupes, te inscribiré en un programa de ésos de desintoxicación.
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