martes, 2 de agosto de 2016
CAPITULO 5: (SEGUNDA HISTORIA)
—Averigua todo lo que puedas sobre Paula Chaves, Valentin. Lo necesito urgente —Pedro hablaba con su hermano por el móvil mientras conducía por la carretera que llevaba hasta el anticuado pero potencialmente interesante hotel Paradise, en el lado oeste de la isla.
—¿Paula Chaves? —repitió su hermano—. Por lo que yo sé, se ha vuelto invisible desde que rompió con su prometido.
—Está aquí, en la isla. Nos hemos conocido, pero no sabe quién soy.
—¿Y?
—Es la hija de Nicolas Chaves, Valentin. Y durante los últimos años ha trabajado para él.
—Y creo que es muy guapa, ¿no?
—Sí, eso también.
—He visto fotografías suyas en alguna parte, aunque es muy discreta. ¿Qué quieres conseguir con esto, Pedro?
—Seguro que ella sabe algo sobre los negocios de su padre. Y si la cadena de hoteles tiene problemas serios, tengo que saberlo.
—Intentaré averiguar algo —suspiró su hermano—. Oye, ¿cómo es que yo estoy hasta las cejas de papeles y tú estás en Maui tomando el sol con una mujer guapísima?
Pedro giró el Porsche alquilado hacia la entrada del viejo hotel. Un sitio estupendo, una vista fantástica. Pero necesitaba reformas importantes. Tendría que hacer una tasación antes de añadir ese hotel a la cadena Tempest, la cadena de hoteles de los Alfonso.
—Alguien tiene que hacerlo —contestó—. Y a mí no me importa mezclar los negocios con el placer. Para mí es lo mismo.
—Hay rumores sobre los Chaves desde hace meses.
—Precisamente lo que quiero averiguar es si hay algo de verdad en esos rumores. Llámame cuando sepas algo.
Pedro cerró el teléfono y detuvo el Porsche frente a la puerta del hotel. El hotel Paradise era de segunda categoría… pero él lo convertiría en uno de cinco estrellas si llegaba a un acuerdo con su propietario actual.
A las ocho menos cuarto, Pedro, ya duchado en su suite del Wind Breeze, llevaba puesto un traje oscuro y tenía todos los detalles que necesitaba sobre Paula Chaves. Y debía admitir que la pobre no había tenido suerte en la vida. Se había dejado cortejar por un sinvergüenza que estuvo a punto de pasar a formar parte de la familia Chaves. Nicolas, en contra de los deseos de su hija, había hecho que lo investigaran, aunque casi demasiado tarde.
Eso demostraba que el viejo empezaba a ablandarse.
Pedro se colocó la corbata de seda gris, se pasó un peine por el pelo y tomó varios preservativos de la cómoda, guardándolos en el bolsillo. Hacía tiempo que no conocía a una mujer que lo intrigase tanto como Paula Chaves y no pensaba dejarla escapar. Era una chica inteligente, guapa, divertida.
Sí, haría todo lo posible para que aquella belleza no se aburriese.
A las ocho en punto, Pedro llamó a la puerta de su habitación y estuvo a punto de caerse de espaldas al verla.
—Vaya —murmuró, lanzando un silbido.
—Gracias —sonrió ella, casi con timidez. Llevaba un vestido de encaje negro con un escote fantástico que caía por encima de las rodillas. Parecía más alta, casi tanto como él, gracias a unas sandalias de pedrería que la levantaban por lo menos doce centímetros.
—Entra un momento. Voy a buscar mi bolso.
Cuando se volvió, Pedro descubrió que el vestido tenía un escote que llegaba hasta donde era decente, dejando al descubierto su espalda y destacando un trasero bien formado.
—Muy bonito —murmuró.
—Se ha convertido en mi hogar —bromeó Paula—. Llevo aquí casi un mes.
—No me refería a la habitación.
—Ah, ya —sonrió ella, un poco tímida—. Gracias otra vez.
—Bueno, vamos a terminar con esto.
—¿A terminar con qué?
Parecía auténticamente sorprendida, pero Pedro no podía parar.
—Esto —dijo, envolviéndola en sus brazos para tomar su boca con un beso hambriento. Sus labios sabían a fruta tropical y tener el cuerpo femenino apretado contra el suyo le pareció el paraíso. Su leve gemido de sorpresa lo excitó aún más. Animado, siguió besándola, inclinando a un lado la cabeza, más exigente ahora. Y ella respondió echándole los brazos al cuello.
Pedro acarició su lengua una vez, dos veces… y ella le devolvió la caricia de forma tentativa. Su masculinidad reaccionó de inmediato, aunque no podía decidir si Paula era una amante experta o más ingenua de lo que parecía. Fuera como fuera, no podía negar que le parecía perfecta entre sus brazos. Pedro se apartó ligeramente y la miró a los ojos.
—Si no te hubiera prometido que iríamos a cenar no saldríamos de esta habitación, Paola.
Ella sacudió su rubia melena.
—Bueno, entonces me alegro de que me lo prometieras —dijo, con voz ronca—. Me gustan los hombres que cumplen sus promesas.
—Pero también te prometí que no te aburrirías.
—Por ahora, no me estoy aburriendo en absoluto. Sigue sorprendiéndome, Alfonso.
¿Alfonso? Durante un segundo, Pedrocasi olvidó la razón por la que estaba con la bella heredera. Sin revelar su identidad, pensaba conseguir información sobre la cadena de hoteles Chaves y cualquier problema que pudiera estar teniendo.
Sonriendo, inclinó la cabeza para rozar sus labios de nuevo y luego tomó su mano para salir de la habitación… si no se iban terminarían en la cama antes de lo previsto.
Paula lo sorprendía y eso era nuevo para él. A Pedro no le gustaban las sorpresas. Él necesitaba tener las situaciones controladas. Su intensa reacción ante Paula Chaves no era sólo sexual y eso lo turbaba un poco. Pero no dejaría que la sorpresa se interpusiera en su camino. Había algo que necesitaba de Paula Chaves y pensaba conseguirlo: información.
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