domingo, 7 de agosto de 2016

CAPITULO 21: (SEGUNDA HISTORIA)





Pedro se quitó la chaqueta y tiró la corbata sobre el sofá de la terraza mientras hablaba con Valentin por el móvil.


—Sí, eso es. Llama a Landon. Necesitamos a alguien que investigue la infraestructura de los Chaves.


—El equipo de seguridad de Landon es el mejor.


—No quiero a su equipo, lo quiero a él personalmente. Ofrécele lo que haga falta.


Valentin lanzó un silbido.


—Vas en serio, ¿eh?


—¿Cuándo no he ido en serio en algún negocio?


—Sí, bueno, hablando de eso… ¿qué haces perdiendo el tiempo conmigo? ¿No te has casado con una rubia esta tarde? ¿No es ésta tu noche de bodas? ¿O es que la luna de miel ya se ha terminado?


No era el calor de la noche lo que lo hacía sudar, era el recuerdo de Paula durmiendo en su cama…


—Deja que yo me preocupe de mi luna de miel, Valentin. Tú llama a Landon y cuéntale mis sospechas sobre la cadena Chaves. Y dile que me llame mañana a primera hora.


—Muy bien, de acuerdo. Oye, Pedro, ¿Paula sigue enfadada contigo?


—Este matrimonio no entraba en sus planes —suspiró él—. Ni en los míos tampoco.


—Y tampoco tener un hijo.


—No, pero tú y yo sabemos lo que es crecer sin un padre y no pienso dejar que ese niño pase por lo que pasamos nosotros. Quiero estar a su lado durante toda su vida. Paula tendrá que aceptar eso lo quiera o no.


—En fin, espero que salga bien.


—Así será, Valentin.


Después de colgar, Pedro terminó su copa pensando en Paula, tumbada en su cama, con el cabello rubio extendido sobre la almohada…


—Qué demonios —murmuró, dejando el vaso sobre la mesa. 


Cuando entró en el dormitorio, todo estaba en silencio. 


Paula, más guapa de lo que había imaginado con un camisón azul, dormía con una pierna enredada entre las sábanas…


Pedro se desnudó sin hacer ruido y se tumbó a su lado, respirando su perfume.


—¿Qué haces? —murmuró ella, medio dormida.


—¿Por qué no dejas de preguntarme eso?


—No quiero acostarme contigo.


—Sí quieres. Pero no esta noche, cariño —contestó él, masajeando sus hombros—. Relájate. Estás demasiado tensa. Pensé que estarías dormida.


—No es fácil relajarse después de un día como el de hoy —dijo ella, su voz más calmada ahora.


—¿Después de casarte con el enemigo?


—Sí —contestó Paula—. Casada con… el enemigo.


Pedro siguió dándole un masaje y sólo dejó de hacerlo cuando ella volvió a dormirse.


Nunca se había acostado con una mujer sin dormir con ella. 


Paula era su mujer, pero no podía tocarla durante su noche de bodas.


La ironía era increíble.


Y lo sacaba de quicio.




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