viernes, 5 de agosto de 2016
CAPITULO 16: (SEGUNDA HISTORIA)
Paula no lo creía. Sentada en la limusina después de la cena, recordando lo que le había dicho, miró por la ventanilla para no tener que soportar la mirada de Pedro Alfonso.
Según él, había sido una simple reunión de negocios. Pedro no había dicho nada fuera de lo normal. Le había hecho una oferta y estaba dispuesto a negociar. Incluso le había ofrecido a su padre un puesto ejecutivo en la empresa.
Paula podía imaginar cómo se habría tomado eso su padre.
Y mientras hablaba, se daba cuenta de que Pedro intentaba disimular el odio que sentía por Nicolas Chavesl. Había hecho los deberes y sabía que Pedro y sus hermanos habían estado intentando comprar la cadena Swan durante algún tiempo. Igual que su padre, que al final había conseguido el trato. Los Alfonso habían cortejado al señor Swan y se habían gastado una gran cantidad de dinero intentando convencerlo para que vendiera. Querían ampliar su negocio, pero su padre guardaba un as en la manga que no conocía nadie más que él.
Sus tácticas dejaban mucho que desear, sí. Pero Nicolas Chaves había logrado levantar su empresa trabajando y sabía cómo pelear sucio cuando hacía falta. Por lo visto, sabía algo sobre Clayton Swan que Clayton quería que permaneciese en secreto; algo personal y que podría comprometer su vida familiar.
Lo que Paula no sabía era si habría tenido que coaccionarlo.
Quizá sencillamente le había hecho una oferta mejor. Era lo que quería pensar, claro. Pero eso significaba que los Alfonso no habían conseguido el trato. Y si había algo que supiera sobre Pedro era que no le gustaba perder.
—No pienso rendirme, Paula —dijo él cuando llegaron a su casa.
—Y yo no pienso vender, Pedro —replicó ella.
No podía traicionar a su padre. Le había hecho una promesa y pensaba cumplirla. Trabajaría el doble para descubrir la causa de los problemas si hacía falta. Gerardo había aumentado la seguridad en los hoteles y la había convencido para que contratase a un investigador privado. Paula estaba segura de que pronto encontrarían la respuesta.
—Gracias por la cena —añadió—. Esto da por terminada nuestra conversación. Adiós.
Sería mejor no volver a ver a Pedro Alfonso a menos que fuera absolutamente necesario. No confiaba en él. No le diría nada sobre el niño. Tenía demasiadas preocupaciones en aquel momento…
En cuanto pisó la acera, su cabeza empezó a dar vueltas.
Paula intentó apoyarse en el coche, pero se le doblaban las piernas.
—¿Qué te pasa? —exclamó Pedro, saliendo de la limusina a toda prisa—. Paula… deberías haber comido algo.
—No, yo…
Pedro buscó las llaves en su bolso y abrió la puerta.
Mareada, Paula no podía discutir.
—Puedes… irte. Entraré sola…
—Sí, seguro.
—No te… he invitado.
Paula miró los ojos oscuros de Pedro durante un segundo y después todo se volvió negro.
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