sábado, 30 de julio de 2016
CAPITULO 31 : (PRIMERA HISTORIA)
Paula avanzó por el pasillo hacia el ascensor.
Pedro le acababa de demostrar que lo único a lo que le tenía verdadera devoción en la vida era al dinero. ¿Cómo demonios había llegado a plantearse que, tal vez, aquel hombre de negocios fuera diferente? Aquel hombre ni tenía corazón ni tenía alma.
Estaba dispuesto a solicitar la declaración de Patrimonio Histórico siempre y cuando la inversión que tenía que hacer para ello fuera recuperada por otro lado, pero, en cuanto había visto que, tal vez, no la recuperaría y que la declaración de Patrimonio le iba a costar un dinero, había elegido retirarse y olvidarse del bien que podía hacer a la sociedad.
Había dejado en la estacada a la ciudad, a Canna Interiors y a ella.
Una cosa era haber perdido la declaración de Patrimonio Histórico. Desde luego, era un buen revés profesional. Otra muy diferente era haber perdido el corazón. Paula no estaba muy segura de poder recuperarse de aquello tan fácilmente.
Pedro iba conduciendo, intentando dilucidar cómo iba a arreglar lo que había sucedido, cuando sonó su teléfono móvil.
—Ven a mi casa ahora mismo —le dijo Tomas.
—¿Qué ocurre?
—No sé qué le has hecho a Paula, pero mi mujer está como loca. Por lo visto, se han encontrado después de la presentación y Paula estaba muy disgustada.
—Es un malentendido.
—Pues arréglalo. ¡Si quieres volver a ver a Paula, arréglalo!
Pedro sintió que se le partía el corazón ante la posibilidad de no volver a verla.
—¿Te ha contado Juliana lo que ha sucedido? He tenido que elegir y no he tenido más remedio que proteger los intereses de la empresa —le explicó Pedro a su hermano.
—¿Me estás diciendo que no has encontrado la manera de proteger la empresa sin destrozar a Paula y a Juliana?
—Desde luego, que fácil es hablar cuando sólo se es accionista. Si el dinero hubiera sido solamente mío… —se lamentó Pedro.
Si hubiera sido su dinero, ¿habría elegido el hotel o su relación con Paula? ¿Habría comprometido su futuro económico por el bien de la empresa de Paula y en el de la propia Paula?
¿Habría estado dispuesto a renunciar a la vicepresidencia de la empresa, al hotel y al dinero para hacer feliz a Paula?
¡Sí! El dinero no era nada comparado con Paula.
Paula lo era todo.
—Nos vemos ahora mismo en mi despacho —le dijo Pedro a su hermano.
—¿Ahora? Es sábado —le recordó Tomas.
—Sí, ahora mismo. Soy el vicepresidente de la empresa y convoco una asamblea extraordinaria de urgencia. Llama a Santiago. Yo me ocupo de papá.
Pedro siempre se había tenido por un hombre de principios.
Aunque aquel día había actuado mal y, tal vez, Paula no le volviera a dirigir jamás la palabra, iba a arreglar lo que había estropeado.
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