jueves, 21 de julio de 2016

CAPITULO 1 : (PRIMERA HISTORIA)








—Siempre eres el padrino, pero nunca el novio… —dijo Tomas, el hermano de Pedro Alfonso, apoyándose en la barandilla de la terraza que había junto a la pista de baile del Hotel Quayside.


Su hermanastro Samuel había elegido aquella tarde de septiembre para casarse y estaban en mitad de la celebración. De hecho, se oía la música de la orquesta y las risas de los invitados.


Pedro sonrió para sí mismo. Debía admitir que se sentía algo confuso al ser el único miembro de la familia Alfonso-DuCarter que seguía soltero. Se giró, dando la espalda a la rosaleda, a la fuente de mármol y al lago Washington, y miró a su hermano.


—¿Celoso? —le preguntó.


Tomas miró hacia adentro, donde su esposa Juliana, con la que se había casado hacía tres meses, hablaba con otras damas de honor.


—En absoluto —contestó con convicción.


Pedro dio un trago al agua con hielo que tenía en la mano. 


Lo cierto era que su cuñada Juliana era una mujer excepcional. También lo era Eliana, la recién estrenada esposa de Samuel. Sí, eran dos mujeres maravillosas, pero eran esposas y eso significaba que tenían necesidades, demandas y agendas propias y Pedro tenía planeado continuar soltero durante mucho tiempo.


—¿Tienes que conducir? —le preguntó Tomas señalando el vaso de agua que estaba tomando su hermano.


Pedro negó con la cabeza.


—Estoy esperando una llamada de Tokio.


—¿Te has venido a la boda de tu hermano con el teléfono móvil?


—Sí, pero lo he apagado durante la ceremonia.


—Desde luego, a ver si te conseguimos resucitar un poco y que tengas una vida normal y corriente.


—Si por vida normal y corriente entiendes ponerme un grillete en el tobillo, la respuesta es «no, gracias». Si tu condena te resulta demasiado pesada y la quieres compartir, búscate a otro.


Tomas levantó su vaso de whisky y brindó con sorna.


—Soy feliz estando solo —insistió Pedro.


—¿Cómo lo sabes?


Pedro frunció el ceño.


—¿Qué clase de pregunta es ésa?


—¿Cuándo fue la última vez que tuviste una novia seria?


—Define «seria».


—Que te durara más de ocho horas.


Pedro sonrió. Hacía ya tiempo. Eso significaba que su vida iba exactamente como él quería.


—Unos cuantos meses, puede que un año —contestó.


—Te vamos a tener que buscar una chica que le puedas presentar a mamá.


Pedro no pudo evitar reírse.


—Te lo digo completamente en serio —insistió su hermano.


—Si quiero encontrar una mujer, ya me la busco yo. No te ofendas, hermanito, pero no necesito que me ayudes en los temas del amor.


—¿Amor? —se burló Tomas—. Querrás decir aventuras de una noche.


—¿Y?


—Y que no sales con las mujeres correctas.


—Te aseguro que una mujer correcta no querría salir conmigo.


Pedro había ido a Europa tres meses durante el último mes y tenía que viajar a Japón el día cinco de aquel mes. Además, si no encontraba la manera de recuperar el contrato que Chaves Electronics le había arrebatado, tendría que irse a Brasil a desarrollar el negocio de Internet sin cable en las zonas suburbanas.


De alguna forma, se le antojaba que a la mayor parte de las mujeres correctas no les gustaría estar con un hombre así porque seguro que ellas preferirían una pareja que pasara, por lo menos, la mitad de su vida en América del Norte.


—Nunca se sabe —insistió su hermano—. A lo mejor, consigues que se fije en ti.


—Muchas gracias, pero no creo.


Aquello hizo reír a Tomas.


—Lo cierto es que vosotros, los demás accionistas, deberíais estar agradecidos de que yo haya permanecido soltero.


—¿Por qué?


—Porque, si viviera con una mujer, mi trabajo se resentiría.


Tomas miró a su hermano con pena.


—No me mires así. Sabes perfectamente que las mujeres te hacen perder el norte porque lo único que quieren es que estés pendiente de ellas, que les lleves regalos y que hables de sus sentimientos.


—No todas las mujeres son así. Juliana no es así.


—¿Ah, no? ¿Cuándo fue la última vez que pasasteis una noche separados?


Su hermano volvió a mirar hacia la pista de baile.


—¿Una semana? ¿Un mes? —insistió Pedro—. ¿Te has separado de ella desde que te casaste?


—No, pero eso no quiere decir que no pueda hacerlo…


—Ya —se burló Pedro, consciente de que se había llevado el gato al agua y decidiendo que había llegado el momento de cambiar de tema de conversación—. Por cierto, ¿te ha comentado Juliana algo sobre la reforma del Lighfhouse?


Aquél era el Lighthouse que estaba situado en la última planta del Hotel Quayside, que era propiedad de su familia y que estaba siendo reformado por la empresa de Juliana y Paula Chaves, Canna Interiors.


—Lo único que me ha contado es qué Pau y tú habéis vuelto a pelearos —contestó Tomas.


—¿Cómo me iba a pelear con ella si he estado en Londres los tres últimos días?


—Debe de ser que ella no se ha dado cuenta de que te has ido, porque ha seguido peleándose contigo.


—Ésa es la única manera que tiene de ganarme —murmuró Pedro.


—Espero que os deis cuenta de que entre los dos estáis volviendo loca a mi mujer.


—Pues dile a tu mujer que hable con Pau.


No era culpa de Pedro que aquella mujer fuera imposible.


—Según Pau, lo quieres controlar todo.


—No es que lo quiera controlar todo, pero me quiero asegurar de que Paula Chaves no dilapida tres millones y medio de dólares.


—La empresa de Pau es una empresa que tiene muy buena fama.


—Lo único que quieren es vengarse de nosotros.


—¿Por qué?


—Porque les mentimos.


—Juliana y yo nos hemos casado y su hermana ya no está enfadada.


—Puede que no esté enfadada contigo, pero conmigo sí lo está.


—Estás paranoico.


La paranoia había sacado a Pedro de los problemas varias veces y era una cualidad que él estimaba muchísimo en un ejecutivo.


—Puede que yo esté algo paranoico, pero eso no quiere decir que ella no quiera vengarse de mí.





No hay comentarios:

Publicar un comentario